viernes, 17 de junio de 2022

La última grela - Gustavo Nocetti


Letra de La ultima grela

(Letra: Horacio Ferrer. Música: Astor Piazolla)

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Recitado

Fueron, hace mucho, las románticas proletarias del amor. La noche les
puso nombres con seducción de insulto; paicas, locas, milongas,
percantas, obreras. Era frecuente verlas al alba desayunando un
chocolate con churros en la confitería Vesubio de la calle Corrientes.
Salían de trabajar a esa hora del "Chantecler", del "Marabú", del "Tibidabo".
Con un arranque loco de Madame Bovary de Barracas al Sur, se jugaron la vida en los tangos.
Alguna se enamoró de aquel bandoneonista y por amor, ganó. Para otras la derrota fue mucha,
terminaron atendiendo los guardarropas para damas de aquello mismos cabarets.
Este tango relata la última de las grelas, descubre su definitivo paso fantasmal,
sobre el asfalto recién amanecido de una Buenos Aires espectral, y lo cuenta así:

Cantado

Del fondo de las cosas y envuelta en una estola de frío, 
con el gesto de quien se ha muerto mucho,
vendrá la última grela, fatal, canyengue y sola, 
taqueando entre la pampa tiniebla de los puchos.
Con vino y pan del tango tristísimo que Arolas 
callara junto al barro cansado de su frente,
le harán su misa rea los fueyes y las violas, 
zapando a la sordina, tan misteriosamente.

Despedirán su hastío, su tos, su melodrama, 
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñón,
y atrás de los portales sin sueño, las madamas 
de trágicas melenas dirán su extremaunción.
Y un sordo carraspeo de esplín y de macanas, 
tangueándole en el alma le quemará la voz,
y muda y de rodillas se venderá sin ganas,  
sin vida y por dos pesos, a la bondad de Dios.

Traerá el olvido puesto; y allá en los trascartones
Del alba el mal, de luto, con cuatro besos pardos,
Le hará una cruz de risas y un coro de ladrones
Muy viejos sus extrañas novelas en lunfardo.

Qué sola irá la grela, tan última y tan rara, 
sus grandes ojos tristes trampeados por la suerte, 
serán sobre el tapete raído de su cara, 
los dos fúnebres ases cargados de la muerte.

Despedirán su hastío, su tos, su melodrama, 
las pálidas rubionas de un cuento de Tuñón,
y atrás de los portales sin sueño, las madamas 
de trágicas melenas dirán su extremaunción.
Y un sordo carraspeo de esplín y de macanas,
tangueándole en el alma le quemará la voz,
y muda y de rodillas se venderá sin ganas,  
sin vida y por dos pesos, a la bondad de Dios.

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